EL AVIÓN DEL AMOR
por
MARÍA BAZ (Mª Jesús Santos)
Lejos de todo bullicio. Lejos de todo ajetreo. Lejos de la gran ciudad,
se encontraba, arriba del todo, más alto que los enormes pinos, más todavía que
los inmensos rascacielos, una nube con sus hijitas. Tan blancas ellas que ni
una mota de polvo podría empañar su gentil belleza. Suaves como la caricia de
un bebé, cálidas como el fuego de una chimenea. Era su recinto un mundo de
serenas mañanas y plácidas tardes en las que mamá nube jugaba con sus tres
pequeñas, mientras papá nube hacía su acostumbrada ronda por el espacio aéreo
para asegurarse que todo el universo seguía en calma.
Pero ocurrió, un día, antes que la noche fuera noche y después que la
tarde empezara a oscurecer, que se desencadenó una enorme tormenta y el cielo
se transformó en color plomizo iluminándose con los destellos que despedían los
relámpagos. El viento se enfurecía corriendo en carrera loca, lleno de ira, en
turbulencias enroscadas cual caracol. Las estrellas se escondían detrás de sus
párpados y la luna, enojada, dio su espalda. Las pobres nubes tenían tanto
miedo que inundaban con sus lágrimas la sequedad de la tierra.
Fue entonces cuando la nube padre observó que alguien se encontraba en
peligro.
- Me estoy haciendo viejo-, se
dijo. -Cada vez veo menos. Voy a acercarme un poco más-.
Su gran figura se estilizó y pudo comprobar, con gran estupor, que un
pequeño aparato con alas empezaba a dar tumbos
perdiendo el control de su dirección. Cuando estuvo cerca escuchó el
clamor de voces humanas. Rápidamente, sin pensárselo dos veces, desplegó como
una alfombra mágica, su genial contorno, envolviendo así aquella máquina que
unos segundos más tarde, de no prestar su ayuda, hubiera caído al vacío
perdiéndose en la lontananza y
protegiéndola de todo elemento dañino fue al encuentro de su familia.
Cuando las dos nubes motrices se
fusionaron en un abrazo, ya la tormenta había cesado y la claridad del día
empezaba a mecerse tímidamente en un alba lleno de esperanza.
-
Creíamos que te habías perdido, papi ¡Cuánto has tardado en llegar! Dijo la
pequeñita.
-
No vuelvas a irte de noche que nos da miedo cuando el cielo se pone como antes.
Dijo la mayor.
-
¿Pero qué traes ahí? Exclamó la del medio.
-
¡Callaros, callaros! Dejad que vuestro padre nos explique. Contestó la mamá.
El
aparato inmóvil, flotando en ese calor familiar, empezó a abrirse por la parte
delantera y una figura humana se asomó, saliendo de su interior un joven con cara
asustada. Temeroso, descendió lentamente hasta que sus pies se posaron en la
nube. Al comprobar que no se caía, se sentó en ella y sollozando se cubrió el
rostro con las manos.
-
¿Te encuentras bien? Preguntó papá nube.
- No lloro por mi, contestó el extranjero.
Soy el piloto de ese avión y si no llega a ser por ti, mis pasajeros y yo
estaríamos muertos. ¡Tu nos has salvado la vida!
-
¿Y dónde ibais tan deprisa? Prosiguió la nube.
-
Escapábamos de la tierra.
-
¿Por qué?
-
Porque no nos gusta la gente que la habita. Aquí dentro hay familias enteras
que desean buscar un lugar lejano y formar un mundo diferente en el que no
exista el odio y la avaricia.
-
¿Tanto odio hay en la tierra? Preguntó mamá nube.
-
Mucho. Contestó el piloto. Odio, envidia y desamor.
-
¿Y los niños también son malos? Dijo la hijita menor.
-
¡Noooo! Respondió el hombre. Los niños son víctimas del odio de los mayores.
Pero ....... cada vez hay menos niños.
-
¡Que pena! Susurró la del medio.
El piloto con aspecto suplicante añadió:
-
¿Nos dejaríais quedarnos aquí?
Las hijitas nubes empezaron a rogar al padre con mimos y caricias para
que accediera. Pero papá nube contestó:
-
Eso sería una cobardía. No podéis abandonar a los que nada más sienten odio
porque entonces nunca conocerán el amor.
-
¡Pero eso es muy difícil y costoso! Dijo el hombre alarmado.
-
Todo lo difícil merece la pena del esfuerzo, o ¿acaso no ha merecido la
pena el salvaros la vida?
-
Sí, pero eso para ti fue sencillo.
-
Te equivocas. Para mi hubiera sido más fácil y agradable quedarme en casa con
mi familia en una noche de tormenta.
-
De acuerdo. Asintió el piloto, pero... ¿cómo
convenceré al endurecido por el odio para que sienta amor?
-
Esa respuesta duerme en tu corazón. Dijo papá nube, y no tardará en despertar
cuando encuentres a alguien que necesite tu ayuda. ¡Préstasela! Y haciendo lo
mismo cada uno de tus pasajeros, poco a poco verás cómo el amor se extenderá
por toda la tierra.
-
Creo que me has convencido. Cogeré mi avión y regresaremos. ¿Podré visitaros
alguna vez?
El papá nube dichoso contestó:
-
Nos encantaría que vinieras y nos contaras cómo va esa gran empresa.
El
extranjero subió a su nave pero antes de entrar, se volvió y dijo: - “Gracias”-
El avión, con los motores en marcha, despegó deslizándose por el algodón
que formaba la familia de nubes, y en un abrir y cerrar de ojos, se perdió en
el horizonte, dejando sólo la estela de su silueta.
FIN
MAYO 2013
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